domingo, 13 de junio de 2010

Destino Soller

Despegar, volar, aterrizar y… ¡repetimos!, y al final llegamos al destino, nos recogieron en el aeropuerto y nos llevaron a Soller, un pueblo muy bonito, lleno de huertos de naranjos y bancales de olivos milenarios. El valle y las montañas, que las llaman la 'Serra de Tramuntana', son un lugar muy tranquilo. La casa donde nos quedamos estaba en plena montaña, me dijeron que estábamos de visita y que tenía que portarme bien, ser educada, claro que hay tres inconvenientes para que mi exquisita educación, en este caso no sea puesta en práctica:

1º Una piscina que a estos dos les gustó mucho y decidieron hacer las excursiones por la mañana para por las tardes tumbarse y bañarse, y me lo contaban a mí como que me estaban ofreciendo una sardina sabrosísima.

- Mira Gala que bien, podemos bañarnos y jugar en la piscina.

¡Son tontos! yo soy gata, no me gusta el agua, ya me lavo yo con mis patitas.

2º Una perrita pequeña negra, que la llamaron Piluca, y que me mira de reojo y que como me toque no va a volver a mirar.

3º Una perrita blanca, que la muy chula dice que se llama Reina, ¿reina de dónde? ¡Ay! ya me mordió el rabo, no me dejéis sola que la armo.

Por la noche bajamos a cenar al pueblo de Soller, apenas había gente por las calles, así que las terrazas estaban muy tranquilas, y pudimos sacar fotos, la Iglesia de San Bartolomé está en la plaza del pueblo, al lado un edificio muy bonito que ahora es un banco y al otro lado el ayuntamiento y la calle principal que la llaman 'Carrer de Sa Lluna', había una casa “Can Prunera”, que llegamos a verla por dentro, ¡que muñecas mas chulas!, ya me podían dejar jugar con ellas. El pueblo tiene estación de tren, que te lleva a Palma, la conservan como era antiguamente, y aquí Fede y Susana empezaron a soñar despiertos y a imaginar historias….

“Corría el año 1860, aquella tarde el tren llegó a su hora, como pocas veces sucedía, él miró hacia atrás con la mirada perdida, era imposible guardar en la retina tantas imágenes, así que se conformó con atesorar la última, sus montañas con el cielo azul y aquel olor a naranjos que la brisa debería traer, pero que después de la última plaga apenas quedaba ninguno en pie…

Avanzó despacio, sin gana, hacia los vagones, el tren silbaba anunciando su salida, cuando se sentó en aquellos bancos de madera, cerró los ojos y respiró hondo, una nueva vida comenzaba, cruzaría los mares en busca de nuevas tierras y otras montañas, otros aires azotarían su rostro.

En Puerto Rico le recibiría el tío Damiá, allí le esperaban las plantaciones de café y azúcar, una nueva vida.

Año 1910, el viejo tren entraba en la estación de Soller, y él otra vez sentado en uno de los bancos de madera, volvía a su tierra natal, vestía traje blanco y sombrero panameño, y su aventura americana había terminado con éxito. Las obras de su casa en la Carrer de Sa Lluna debían de estar terminadas y los representantes del ayuntamiento prestos a darle la bienvenida.

Ahora comenzaría su vida tranquila, sus paseos por el puerto, cerca de la “Marítima Sollerense”, pues debía vigilar sus intereses, sus tardes de charlas y tertulias leyendo la prensa extranjera en “Sa Botigueta” y dentro de pocos años sus hijos volverían a esta tierra y la vida se renovaría.

Año 1936 La guerra ha estallado, los vagones están en las vías y cientos de personas caminan por la estación, los soldados con sus uniformes y sus macutos al hombro se despiden de las mujeres, que lloran y abrazan a sus hijos. El esplendor de antaño se ha evaporado, los alimentos empiezan a escasear, y el tren ya no se dirige hacia un sueño, como una vez dirigió a padre, ahora se dirige a una batalla.”

En Soller estaban celebrando las “Jornades de la taronja” que según me dijo Fede, es la fiesta de la naranja, y la plaza estaba toda adornada con naranjas y limones, y hacen recetas con estos productos, postres y cócteles. Susana dijo que en su familia había la tradición de preparar naranja picada con azúcar en Navidad, que ya le dije yo: - A mi si no te importa me picas lubina o atún o similar.

También fuimos a ver el Cementerio, que recuerda a los cementerios de Europa, no se parece nada a los de la península, en una piedra estaba grabada una inscripción: “Aquí estoy y aquí te espero, yo fui lo que tú eres y tú serás lo que yo soy”

Después visitamos el Puerto de noche, que no nos gustó mucho, pues está edificado con vistas al turismo, y son un montón de apartamentos pegándose por mirar al mar. Las vistas de los barquitos eran más bonitas.

¡Miau! Pero que cansada estoy, me voy a dormir, mañana seguiré contando…

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