miércoles, 16 de junio de 2010

Destino: Valldemossa

Hoy tenemos dos destinos Valldemossa y Esporlas, y según estos dos, la tarde en la piscina, ¡ja!, no se lo creen ni ellos, pero déjalos que sueñen. El viaje en coche tuvo chispa, Susana cada vez que quiere ver algo frena y va muy despacito o se para del todo, eso sí, le da igual que vengan coches detrás o no. La cara de Fede ni os la cuento, desencajada, asustada, sorprendida y al final me dice a mí que lo raro es que después de 17 años de carnet no tuviera ningún accidente, que digo yo, díselo a ella o quítale las llaves y conduce tú.

Valldemossa es un pueblecito pequeño muy turístico pero conserva encanto, se bordea toda la costa para llegar a él, y la vista del mar es impresionante (Susana seguía conduciendo, he calculado 12 frenazos y 4 paradas en seco), entramos a ver la Cartuja, un sitio donde vivieron monjes cartujos hasta 1835 y que después pasó a manos privadas y se alquilaban las celdas como vivienda, en una de ella vivió Chopin y George Sand, y te lo cuentan como una bonita historia de amor, que según les oí hablar a estos dos, la realidad fue muy distinta, Chopin enfermó de tuberculosis, George o Aurore, que ese era su verdadero nombre, no podía comprar apenas comida pues la gente del pueblo al saber de la enfermedad le cobraban precios desorbitados para que se fueran, al final hasta una cabra tuvieron que comprar para poder tener leche, a eso añadimos los dos niños de ella, que la niña según cuenta la historia no se llevaba nada bien con la madre, y a Chopin le describen como un hombre depresivo, maniático y asustadizo. ¡Menudo invierno que debieron pasar!

Pero los tiempos son otros y la memoria frágil cuando hay dinero por medio, así que los antepasados de esta gente hicieron todo lo imaginable para echarlos del pueblo y los descendientes hacen todo lo posible para ponerle fantasía a la historia y atraer el turismo. Y vaya si lo consiguen, porque gente había muchísima.

A nosotros nos gustó, las vistas son paradisiacas, los jardines, el palacio, todos los libros antiguos que están expuestos, los frasquitos de la farmacia y el piano de Chopin, eso fué lo que más me gustó y me puse tan pesada, que al final Fede, a pesar del cartelito de NO TOCAR, me puso encima del piano y me figuré que tocaba aquel vals tan bonito de Chopin, el vals del minuto o del perrito, porque Frédéric lo compuso cuando Aurore le describió la alegría de un perrito cuando daba vueltas para morderse el rabito (Op. 64, n.º 1), mira que son tontos los guaus. Terminamos la mañana con un verdadero mini concierto en el palacio del rey Sancho.


Agotados ya paramos a comer en una terraza al sol, la carta no era muy extensa pero yo me pedí alitas de pollo con salsa y una cola, después nos marchamos para Esporlas, con Susana de nuevo al volante, yo mejor me hago la dormida. ¡Ah! Ya son las 16,10, me he librado de la piscina y de mis dos “amigas”, jejeje.

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